Dispersión vs restricción

21 Octubre, 2025

Al advertir un exceso de estímulos en el exterior, podemos volcarnos al silencio interno. Tal como en la entrada a un monasterio, en el ascenso a un monte o en la entrada a una mítica cueva, en esas experiencias siempre se haya una promesa de silencio y auto-sacrificio. ¿Para qué? Para preservar lo extraordinario en nosotros, que surge, en general, lejos de las ruidosas distracciones del hombre común.

Pero cuando no hay cuevas ni monasterios ni montes a la mano, puede ser que una sencilla rutina en el hogar o el trabajo habitual vengan en nuestra ayuda. La solución puede ser fijar nuestra atención en una tarea para la que se asumió un compromiso. El hogar, el trabajo o una rutina pueden ofrecer la autolimitación como recurso cuando queremos calmar nuestra mente alocada y dispersa.

Ideas como:

  • Apagar el celular.
  • Auto-restringirse el acceso a las redes después de 1 o 2 horas.
  • Imponerse una rutina meditativa (obviamente, la que se adapte mejor a tu forma de ser).
  • Hacer tareas en casa en silencio por una cantidad de tiempo establecido, por ejemplo, todo un día. ¿Fácil? Para nada.

El silencio es un aliado severo, pero sanador. La otra opción es ser arrastrados por la marea del ruido externo y sus múltiples distracciones, y usar esa oportunidad para reconocer en nosotros cuáles son nuestras dependencias y nuestras debilidades, descubrir qué dispara esa necesidad de huida de nosotros mismos, y en qué medida traicionamos el compromiso que tenemos con nuestro propio crecimiento. Es cuestión de prestar atención.

Dispersión versus restricción

En ambos casos, lo malo está en el exceso; y entonces cabe incorporar algunas reglas como mecanismo de auto-regulación. Un marco que nos brinde seguridad, estabilidad, anclaje y, de alguna manera, el punto límite que nos oriente en el retorno a casa.

Reflexiones con el Tarot de Marsella de Pablo Robledo.

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